El mundo, terminada la pandemia, ha venido enfrentando una serie de transformaciones y de acontecimientos que exigen de los lideres de las naciones actitudes y aptitudes excepcionales.
Esto quiere decir, que el lider de un país debe velar por la protección efectiva de los ciudadanos, procurando, un bienestar que satisfaga, al menos medianamente, las pretensiones y anhelos generales.
En los países de nuestro continente esos liderazgos se han venido expresando en la proliferación de mesiánicos conductores, líderes que apelan a viejas doctrinas, lideres camorreros y liderazgos hippies, entre otros más.
Nuestro país no esta exento de esa tipología de liderazgo que han llevado al país por aguas oscuras y últimamente tormentosas.
La historia dirá que en Colombia un presidente de “izquierda” asumió la primera magistratura en una votación salpicada, como las últimas de este siglo, por las tintes de las “usuales” corruptelas. Este presidente asumió el país en un contexto diferente, opuesto a lo que sus antecesores habían recibido y preparado para superar los rezagos pandémicos.
Si se me permite decirlo: un país en el marcador de salida para arrancar a correr, listo a reinventarse, habido de ser llevado a mejores sitiales.
Y todo parecía posible pues se le prometió al país ser una potencia mundial de la vida y se le dijo que tendría un próspero gobierno de cambio, junto a las usuales promesas de paz, salarios justos, rebaja de salarios a congresistas, paz total, bla, bla, bla, bla o en Antioqueño y para que no nos duela mucho: nos prometieron paz y amor; es decir, nos prometieron un liderazgo Hippie.
Ese pregón de paz y amor por parte del presidente colombiano: colombia potencia mundial de la vida, el cambio, la política del amor, la paz total, etc, no ha hecho más que convertir al país en un hazme reir internacional en donde nos ven, como nación, como una suerte de dicharacheros, de tibios, de enjutos políticos y a lac figura del actual mandatario como un ser inflado por la soberbia, altanero y grosero; un pelafustan venido a más por su pasado revolucionario, que no ha mostrado para nada lo que significa ser de izquierda…
Así y tal cual: Nada le aprendió a José “Pepe” Mojica.
Un país tan particular como este se debe gobernar desde los territorios, conociendolos, sin calculos politicos, sin regla electoral, preguntándole al ciudadano y solucionando sus necesidades; este país se gobierna con autoridad diáfana, combatiendo al plexo delincuencias que pulula en él , al que se dice llamar revolucionario, a las economías ilícitas; este país no se gobierna desde bogotá solamente, se gobierna con los tenis puestos o con las botas puestas y no con zapatos ferragamo.
Si la paz y el amor prometido significaba el sacrificio de las masas populares por unas cuantas migajas que el hippie repartiera, hubiese sido mejor ser gobernados -en términos de candidatos del balotaje de las elecciones pasadas- por alguien que nos gritara maricas en la cara que por uno que solo vende “peace and love” acompañado de fraseo barato y demagógico.
La izquierda no falló, porque nunca hubo un presidente de izquierda (perteneció a una guerrilla nacionalista).
A Colombia le falló fue el hippie elegido porque ha si le falta calor bajo la horqueta, ha si le falta berraquera y humildad para enfrentar este cataclismo de país. No debió de llegar como los otros que repartieron minucias y MUCHO MENOS como un hippie, anunciando paz y amor. En un país como este la paz es la consecuencia de la guerra y el amor la continuación de ella, pero por otros medios.
El contexto bajo el cual se desenvuelve el país tanto interna como externamente no esta para asumir posiciones medianeras; el mundo exige líderes inteligentes, el país hace mucho lo pide a gritos. Ser tibios en estos momentos es como ir y fumar marihuana con el dinero de la insulina de la abuelita.
En conclusión: En un mundo como el post pandémico donde se necesitan liderazgos fuertes, con posiciones claras y con la brújula apuntando al norte (magnético, no político) un hippie no sirve, es innecesario.
Por lo menos para 2026 no votaré por un hippie y menos por otro que nos ponga a cavar en una escombrera para encontrar a los perdidos.
POSDATA: El hermano país de Venezuela requiere de acciones internacionales urgentes que restablezcan la democracia. Pareciera que el único camino es una acción contundente y coordinada, pero el problema es que entre un Hippie y un Idiota los puentes de dialogo son, como la canción de Escalona, casas en el aíre.
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